"En una primera impresión las dificultades parecían insalvables".
A principios del siglo pasado, un emprendedor visionario, entonces radicado en Londres, está a punto de triunfar con tan solo su voluntad por bandera. ¿Cuál es su empeño? Dar a conocer al mundo relojero de la época una firma todavía ignorada: Rolex. Un nombre inédito, inventado en 1908, que en pocos decenios acabaría por convertirse en una de las marcas más famosas del mundo. «En una primera impresión las dificultades parecían insalvables»: con estas palabras recordaba Hans Wilsdorf en sus memorias los orígenes de su empresa. En aquellos momentos, como empresario no poseía demasiados bienes, pero como hombre poseía algunas cualidades inestimables: visión, perseverancia y una capacidad de trabajo fuera de lo común. Huérfano desde los 12 años, sin nada de lo que echar mano que no fuera su determinación para superar todos los obstáculos, Hans Wilsdorf inventará el primer reloj de pulsera hermético de cuerda automática por rotor Perpetual del mundo. Un reloj que, a día de hoy, es una referencia en materia de calidad y de prestigio.